Una medida cuantitativa de cualquier magnitud real suele conllevar cierto nivel de ambigüedad, ya que los números por si solos raramente pueden representar una realidad dada. Esto se acentúa cuando resaltamos el número obtenido por sobre cómo se obtuvo y qué representa, lo que lleva a que a veces se haga abuso de los valores numéricos de ciertos indicadores.
¿A qué viene todo esto? En cada período eleccionario en las últimas décadas ha tomado mucha fuerza el valor de las encuestas como indicadores de la situación en términos de cuántos votantes tiene cada candidato, etc. Hay quienes dicen que nadie se guía por las encuestas para decidir sus votos, pero la realidad -a mi gusto- indica otra cosa: las encuestas tienen un gran poder de sugerencia sobre los votantes (son responsables por ejemplo de los conceptos de 'voto útil' y 'voto estratégico' que están tan en boga estos días) y también sobre los candidatos, que modifican sus estrategias según su posicionamiento en dichas encuestas. Pero lo preocupante no es que estas encuestas modifiquen la realidad que tratan de medir (como una suerte de medida en un sistema cuántico) sino que las mismas son usadas y citadas de cualquier manera, en particular haciendo énfasis en un par de números y no tanto en cosas que parece esencial conocer, como las preguntas que se realizaron para llegar a esos números.
Los ejemplos de este mal uso abundan estos días, pero como mencionó el politólogo Oscar Botinelli (dueño de la encuestadora Factum) en un reportaje que no recuerdo donde lo leí, lo peor es que los medios de información estén dispuestos a poner números sin detallar la ficha técnica de la encuesta o aún con más maldad, usar los números de titulares para causar una fuerte impresión y luego, si uno se frena a leer la 'letra chica', dar a entender otra realidad distinta.
Estos días causó revuelo una encuesta publicada por Equipos/Mori del mes de Abril que difería bastante de todas las encuestas presentadas hasta el momento, y que todos los medios de comunicación se encargaron de publicitar como "el candidato A aumenta su diferencia con el candidato B" (y acá no doy nombres porque en todos los partidos sucedió lo mismo). Sin embargo lo que casi nadie -o nadie- publicitó fue que dicha encuesta presentaba preferencias de voto sólamente para Octubre (1ra rueda de la elección nacional) y no para las internas de Junio, contrario a lo que se venía publicando hasta el momento por parte de Equipos/Mori y todas las otras encuestadoras.
Automáticamente ante la aparición de dicha encuesta se empiezan a publicitar tendencias ("se agranda la diferencia"), o peor aún (dicho por el mismo Botinelli) "el mamarracho de sacar promedios" que figura como "Encuesta de Encuestas" hecha por la Universidad de Montevideo y que sale en El País quincenalmente. Esto lleva a mucha confusión y desinformación del público, que puede llegar a entender que en pocos días el panorama electoral se ha modificado radicalmente.
Se nota entonces la necesidad de usar de manera responsable los números que surgen de las encuestas, y especialmente comprender que las mismas surgen de un proceso complejo que involucra mucha sociología y estadística, y que por lo tanto sus resultados no pueden ser utilizados cual si la 'encuestología' fuera una ciencia exacta y sus medidas por lo tanto refirieran a una magnitud bien definida con un proceso de medida inequívoco. Muy por el contrario, en estos procesos de medición hasta el orden de las preguntas altera el producto y si bien quién encuesta sabe qué es lo que desea medir, no siempre queda esto reflejado en la divulgación de los datos,
No hay comentarios.:
Publicar un comentario