El presupuesto universitario es un tema de constante discusión y muy amenudo las autoridades universitarias se quejan de que es insuficiente para realizar las tareas que se les encargan. El ejemplo más flagrante de esto son las permanentes amenazas de que el Hospital de Clínicas va a dejar de funcionar por falta de recursos.
Ante esta situación, el Consejo de la Facultad de Medicina hizo lo que debía: reveer de dónde era posible ahorrar dinero para utilizar con otros fines. Fue así que -previo llamado a licitación- decidió que los sueldos de los funcionarios de dicha Facultad se comenzaran a pagar mediante el Discount Bank (hasta ahora se usaba, como en el resto de la Universidad, el BROU), pues era el que ofrecia la mayor cantidad de beneficios al costo más bajo.
Pero como siempre, alguien tenía que poner el palo en la rueda. Los trabajadores del Clínicas (o al menos los nucleados en la UTHC) decretaron un paro, porque "Estamos hablando de una facultad pública, que está al servicio del pueblo. Sería como ilógico trabajar con un banco privado y no apoyar al banco país". Junto con ésta se esgrimieron otras excusas que en tratan de justificar lo mismo: la ideología de los dirigentes gremiales no permite trabajar con -horror- ¡un banco privado!.
Yo pregunto, si le dieramos a cada funcionario la opción de elegir mediante que banco cobrar, aclarándole que la diferencia de costos entre uno y otro banco debe ser abonada por el mismo funcionario, ¿cuál elegirían?.
Pero claro, si uno puede trabajar con dos bancos distintos, que no cuestan lo mismo pero que alguien más se encarga de subsidiar la diferencia -en este caso el conjunto de los uruguayos- es muy fácil ponerse a sostener romanticismos ideológicos.
Un pequeño espacio de opinión -y no necesariamente de oposición- sobre la realidad del Uruguay y el mundo.
jueves, noviembre 19, 2009
sábado, noviembre 07, 2009
En el mundo hay 10 tipos de personas: los que saben leer binario y los que no.
Así dice un chiste popular que suele hacerse en los cursos donde se estudia la manera de representar datos en una computadora (representación binaria), pero que sospecho altamente que su popularidad sólo se encuentra en el retorcido sentido del humor de los estudiantes de ingeniería de sistemas y afines. Para quién no haya tenido el gusto de asistir a uno de estos cursos, el chiste radica en que "10" en binario representa al número 2.
Pero el punto de esta columna no es ayudar a la difusión de los malos chistes que corren entre las paredes de la Facultad de Ingeniería, sino llamar la atención sobre la inminente consulta electoral del 29 de Noviembre.
En esta consulta tendremos dos opciones (llámesele dos modelos de país, dos alternativas de gestión, dos candidatos o como se quiera) y, necesariamente, un único elegido. Para muchos de nosotros las alternativas presentadas no son buenas -y hasta impresentables, si se me permite la contradicción-, por lo que puede asumirse como la opción razonable el votar en blanco o anulado. De esta manera uno tiene la posibilidad de no apoyar a ninguna de las alternativas y hasta de protestar contra el sistema que nos pone en esta dicotomía.
Sin embargo, la dicotomía que se nos presentará el próximo 29 surge de una decisión popular que, si bien no comparto en absoluto, es bastante representativa de lo que el conjunto de los uruguayos piensa (los candidatos llegan con apoyos cercanos al 50% y 30% del electorado respectivamente). Enojarse con estas alternativas sería enojarse con la democracia misma. Es por esto que considero que en esta oportunidad el voto en blanco más que representar una protesta contra el sistema, implica un "lavado de manos" sobre la decisión que se nos pide tomar.
De hecho, votar en blanco o anulado tiene exactamente el mismo valor electoral (siendo la única diferencia el trabajo que debe tomarse la comisión receptora de votos para anular un voto, que representa mucho más burocracia que el voto en blanco) y en este caso es sinónimo de darle 1/2 voto a cada opción. Y aunque en algún momento me consideré defensor del "idealismo" detrás de negarme a votar por un candidato si ninguno me gusta, alguien me dijo en una ocasión: "uno vota por encanto, o por espanto" y creo que esto aplica particularmente a esta instancia electoral.
¿Me encantaría votar a un candidato que me inspirara la mayor de las confianzas y en el cual pueda descansarme tranquilo de que el país marcha bien? Sí, pero esa opción ya no la tengo. ¿Me gustaría que el próximo presidente no fuera ninguno de los dos candidatos que se presentan? También, pero eso es otra cosa que no puede suceder ya. Entonces llegó el momento de dejar los idealismos de lado y aplicar el pragmatismo para elegir, dentro de las dos opciones presentadas, la opción que me desagrade menos o que me inspire más confianza.
Llegó el momento de leer -y elegir- en binario. No precisa ser bueno, solo tiene que ser mejor.
Pero el punto de esta columna no es ayudar a la difusión de los malos chistes que corren entre las paredes de la Facultad de Ingeniería, sino llamar la atención sobre la inminente consulta electoral del 29 de Noviembre.
En esta consulta tendremos dos opciones (llámesele dos modelos de país, dos alternativas de gestión, dos candidatos o como se quiera) y, necesariamente, un único elegido. Para muchos de nosotros las alternativas presentadas no son buenas -y hasta impresentables, si se me permite la contradicción-, por lo que puede asumirse como la opción razonable el votar en blanco o anulado. De esta manera uno tiene la posibilidad de no apoyar a ninguna de las alternativas y hasta de protestar contra el sistema que nos pone en esta dicotomía.
Sin embargo, la dicotomía que se nos presentará el próximo 29 surge de una decisión popular que, si bien no comparto en absoluto, es bastante representativa de lo que el conjunto de los uruguayos piensa (los candidatos llegan con apoyos cercanos al 50% y 30% del electorado respectivamente). Enojarse con estas alternativas sería enojarse con la democracia misma. Es por esto que considero que en esta oportunidad el voto en blanco más que representar una protesta contra el sistema, implica un "lavado de manos" sobre la decisión que se nos pide tomar.
De hecho, votar en blanco o anulado tiene exactamente el mismo valor electoral (siendo la única diferencia el trabajo que debe tomarse la comisión receptora de votos para anular un voto, que representa mucho más burocracia que el voto en blanco) y en este caso es sinónimo de darle 1/2 voto a cada opción. Y aunque en algún momento me consideré defensor del "idealismo" detrás de negarme a votar por un candidato si ninguno me gusta, alguien me dijo en una ocasión: "uno vota por encanto, o por espanto" y creo que esto aplica particularmente a esta instancia electoral.
¿Me encantaría votar a un candidato que me inspirara la mayor de las confianzas y en el cual pueda descansarme tranquilo de que el país marcha bien? Sí, pero esa opción ya no la tengo. ¿Me gustaría que el próximo presidente no fuera ninguno de los dos candidatos que se presentan? También, pero eso es otra cosa que no puede suceder ya. Entonces llegó el momento de dejar los idealismos de lado y aplicar el pragmatismo para elegir, dentro de las dos opciones presentadas, la opción que me desagrade menos o que me inspire más confianza.
Llegó el momento de leer -y elegir- en binario. No precisa ser bueno, solo tiene que ser mejor.
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