Trece taxistas fueron atacados en la madrugada del domingo, llegando en algunos casos al vuelco de los taxis y el robo de algunos dispositivos GPS y de la recaudación. ¿Masiva ola delictiva contra los taximetristas? No. Diferencias sindicales.
El Sindicato Único de Trabajadores del Taxi (SUATT, que no es realmente el único, pero en este país los sindicatos tienen la mala costumbre de auto-denominarse 'únicos' en el afán de evitar -o ignorar- la existencia sindicatos con opiniones distintas) había decidido parar de 0 a 6 hs como forma de reclamo para la instalación de medidas adicionales de seguridad en los taxímetros, como son el bloqueo central de puertas y los alza-cristales eléctricos. Mientras tanto, harían una manifestación en Tres Cruces.
¿Cómo se desvirtúa la situación? Aparentemente, otros taxistas que no acataban la medida 'provocaron' a los atacantes, según declararon dirigentes sindicales. La provocación en cuestión fue el hecho de que los taxistas que trabajaban, pasaron por las cercanías de la manifestación con la bandera de libre encendida. Según un dirigente, "Esto alteró el ánimo de los trabajadores y dio lugar a algunos incidentes menores, a los cuales le estamos quitando importancia hasta que el sindicato no los analice en profundidad".
En primer lugar creo que corresponde hacer una referencia a las reivindicaciones de los trabajadores del taxi -sin conocerlas a fondo- que, con mucho derecho, reclaman mayores medidas de seguridad por la creciente ola de delitos que están sufriendo. Sin embargo, hay cosas que no se pueden dejar pasar. Los sindicatos de este país han cultivado también la mala costumbre de no tolerar las opiniones disidentes, tildando de 'carneros' a cualquiera que no comparte alguna medida de lucha, y como estamos viendo, llegando al punto de imponerse por la violencia. Resulta absurdo también que se pueda decir que los ataques son 'provocados' (como si existiera justificación para este tipo de violencia) y que "les estamos quitando importancia hasta que el sindicato no los analice en profundidad". Aquí se muestra otra mala costumbre de los sindicatos que merecería un post entero: como las decisiones sindicales para muchos tienen un peso tal que supera no solo a las reglas básicas de convivencia, sino también a todas las convenciones de nuestro estado de derecho, incluyendo el sistema legal.
Me interesa entonces resaltar que un conjunto de inadaptados considera que la violencia es una metodología válida para imponer decisiones gremiales, y aunque se puedan tildar de 'provocadas', la realidad muestra que en muchos casos los taxis atacados tenían pasajeros en su interior, lo que muestra que en realidad estaban trabajando. No hay que olvidarse que hace unas semanas, ante otro paro convocado por los taxistas, algunas unidades que no acataron dicha medida terminaron siendo apedreadas. También fue este mismo gremio el que 'ocupó' el Ministerio de Trabajo insultando a las autoridades y causando algunos daños materiales, en el contexto de los consejos de salarios. Todo esto muestra que, lejos de ser un incidente aislado, el patoterismo ha pasado a ser un derecho gremial.
Fuentes: http://www.elpais.com.uy/090517/ultmo-417638/ultimomomento/taxis-objeto-de-pedradas-y-robo-por-paro
http://www.larepublica.com.uy/justicia/363756-apedrearon-taxis-por-no-acatar-paro
http://www.elpais.com.uy/08/10/22/pnacio_377106.asp
Un pequeño espacio de opinión -y no necesariamente de oposición- sobre la realidad del Uruguay y el mundo.
lunes, mayo 18, 2009
sábado, mayo 09, 2009
Medir con responsabilidad
Una medida cuantitativa de cualquier magnitud real suele conllevar cierto nivel de ambigüedad, ya que los números por si solos raramente pueden representar una realidad dada. Esto se acentúa cuando resaltamos el número obtenido por sobre cómo se obtuvo y qué representa, lo que lleva a que a veces se haga abuso de los valores numéricos de ciertos indicadores.
¿A qué viene todo esto? En cada período eleccionario en las últimas décadas ha tomado mucha fuerza el valor de las encuestas como indicadores de la situación en términos de cuántos votantes tiene cada candidato, etc. Hay quienes dicen que nadie se guía por las encuestas para decidir sus votos, pero la realidad -a mi gusto- indica otra cosa: las encuestas tienen un gran poder de sugerencia sobre los votantes (son responsables por ejemplo de los conceptos de 'voto útil' y 'voto estratégico' que están tan en boga estos días) y también sobre los candidatos, que modifican sus estrategias según su posicionamiento en dichas encuestas. Pero lo preocupante no es que estas encuestas modifiquen la realidad que tratan de medir (como una suerte de medida en un sistema cuántico) sino que las mismas son usadas y citadas de cualquier manera, en particular haciendo énfasis en un par de números y no tanto en cosas que parece esencial conocer, como las preguntas que se realizaron para llegar a esos números.
Los ejemplos de este mal uso abundan estos días, pero como mencionó el politólogo Oscar Botinelli (dueño de la encuestadora Factum) en un reportaje que no recuerdo donde lo leí, lo peor es que los medios de información estén dispuestos a poner números sin detallar la ficha técnica de la encuesta o aún con más maldad, usar los números de titulares para causar una fuerte impresión y luego, si uno se frena a leer la 'letra chica', dar a entender otra realidad distinta.
Estos días causó revuelo una encuesta publicada por Equipos/Mori del mes de Abril que difería bastante de todas las encuestas presentadas hasta el momento, y que todos los medios de comunicación se encargaron de publicitar como "el candidato A aumenta su diferencia con el candidato B" (y acá no doy nombres porque en todos los partidos sucedió lo mismo). Sin embargo lo que casi nadie -o nadie- publicitó fue que dicha encuesta presentaba preferencias de voto sólamente para Octubre (1ra rueda de la elección nacional) y no para las internas de Junio, contrario a lo que se venía publicando hasta el momento por parte de Equipos/Mori y todas las otras encuestadoras.
Automáticamente ante la aparición de dicha encuesta se empiezan a publicitar tendencias ("se agranda la diferencia"), o peor aún (dicho por el mismo Botinelli) "el mamarracho de sacar promedios" que figura como "Encuesta de Encuestas" hecha por la Universidad de Montevideo y que sale en El País quincenalmente. Esto lleva a mucha confusión y desinformación del público, que puede llegar a entender que en pocos días el panorama electoral se ha modificado radicalmente.
Se nota entonces la necesidad de usar de manera responsable los números que surgen de las encuestas, y especialmente comprender que las mismas surgen de un proceso complejo que involucra mucha sociología y estadística, y que por lo tanto sus resultados no pueden ser utilizados cual si la 'encuestología' fuera una ciencia exacta y sus medidas por lo tanto refirieran a una magnitud bien definida con un proceso de medida inequívoco. Muy por el contrario, en estos procesos de medición hasta el orden de las preguntas altera el producto y si bien quién encuesta sabe qué es lo que desea medir, no siempre queda esto reflejado en la divulgación de los datos,
¿A qué viene todo esto? En cada período eleccionario en las últimas décadas ha tomado mucha fuerza el valor de las encuestas como indicadores de la situación en términos de cuántos votantes tiene cada candidato, etc. Hay quienes dicen que nadie se guía por las encuestas para decidir sus votos, pero la realidad -a mi gusto- indica otra cosa: las encuestas tienen un gran poder de sugerencia sobre los votantes (son responsables por ejemplo de los conceptos de 'voto útil' y 'voto estratégico' que están tan en boga estos días) y también sobre los candidatos, que modifican sus estrategias según su posicionamiento en dichas encuestas. Pero lo preocupante no es que estas encuestas modifiquen la realidad que tratan de medir (como una suerte de medida en un sistema cuántico) sino que las mismas son usadas y citadas de cualquier manera, en particular haciendo énfasis en un par de números y no tanto en cosas que parece esencial conocer, como las preguntas que se realizaron para llegar a esos números.
Los ejemplos de este mal uso abundan estos días, pero como mencionó el politólogo Oscar Botinelli (dueño de la encuestadora Factum) en un reportaje que no recuerdo donde lo leí, lo peor es que los medios de información estén dispuestos a poner números sin detallar la ficha técnica de la encuesta o aún con más maldad, usar los números de titulares para causar una fuerte impresión y luego, si uno se frena a leer la 'letra chica', dar a entender otra realidad distinta.
Estos días causó revuelo una encuesta publicada por Equipos/Mori del mes de Abril que difería bastante de todas las encuestas presentadas hasta el momento, y que todos los medios de comunicación se encargaron de publicitar como "el candidato A aumenta su diferencia con el candidato B" (y acá no doy nombres porque en todos los partidos sucedió lo mismo). Sin embargo lo que casi nadie -o nadie- publicitó fue que dicha encuesta presentaba preferencias de voto sólamente para Octubre (1ra rueda de la elección nacional) y no para las internas de Junio, contrario a lo que se venía publicando hasta el momento por parte de Equipos/Mori y todas las otras encuestadoras.
Automáticamente ante la aparición de dicha encuesta se empiezan a publicitar tendencias ("se agranda la diferencia"), o peor aún (dicho por el mismo Botinelli) "el mamarracho de sacar promedios" que figura como "Encuesta de Encuestas" hecha por la Universidad de Montevideo y que sale en El País quincenalmente. Esto lleva a mucha confusión y desinformación del público, que puede llegar a entender que en pocos días el panorama electoral se ha modificado radicalmente.
Se nota entonces la necesidad de usar de manera responsable los números que surgen de las encuestas, y especialmente comprender que las mismas surgen de un proceso complejo que involucra mucha sociología y estadística, y que por lo tanto sus resultados no pueden ser utilizados cual si la 'encuestología' fuera una ciencia exacta y sus medidas por lo tanto refirieran a una magnitud bien definida con un proceso de medida inequívoco. Muy por el contrario, en estos procesos de medición hasta el orden de las preguntas altera el producto y si bien quién encuesta sabe qué es lo que desea medir, no siempre queda esto reflejado en la divulgación de los datos,
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